En las cubetas de agua de tres días, con aromas confundidos y esencias combinadas, se encuentran los lirios perfumados que abruman con sus perfumes al viento, las rosas rojas, amarillas, rosas y blancas, todas primas, con los mismos relativos, clásicas siempre las favoritas, los tulipanes perfectamente tallados, escasos y de precios elevados, vibrantes y llamativos, la más guapa del salón,  los girasoles que se los regalan a las felices, de amarillos vibrantes que dan descargas eléctricas al cuerpo, la manzanilla siempre acompañaba  a las demás flores como quien vela por sus amigos ya por último están los jazmines en una maceta que lo  descartan por tener raíces y por miedo a lo duradero, a lo que se tiene que cuidar, van y vienen las personas, llevando girasoles, rosas y manzanilla, pero nunca los jazmines con maceta,  algunos de sus pétalos se  han secado. Solamente se ven como van y vienen flores de cubeta desechables, de vida corta y belleza efímera porque no tienen raíces para crecer y permanecer. Hasta que llego él  y vio a los jazmines con maceta, no los comparo con ninguna otra de las flores, fueron los primeros y únicos en llamar su atención, los tomo  en sus brazos que significaban una nueva esperanza, una nueva vida y los jazmines dejaron de de desear parecerse a lo perecedero y se sintieron orgullosos de sus raíces y tomaron un brillo alucinante y conocieron la luz del sol y  las nubes.

 

Fotografía: Anton Fadeev