Las noches pálidas

Un enero de 2017 me enamoré de ti, era un invierno como todos hasta que me empezaste a escribir. Recuerdo cada momento, cada noche que escribías, los pequeños huequitos de luz que le fuiste dando a mi vida y que ahora son negros e inmensos como el espacio. Creo que nunca me había pasado algo igual, te quería sin conocerte, sin haber escuchado tu voz, te quería, no sabía por qué y me bastaba. Tú haciéndome reír, las canciones, Reyno y los Románticos de Zacatecas. Teníamos una conexión cósmica porque estoy segura de que todos los planetas incluso los que no conocemos, se habían alineado para que lo nuestro pasara.

Una mañana me desperté y lo primero que hice fue mandarte un mensaje qué decía “¿no crees que está increíble que estemos enamorados?”, fueron mañanas alucinantes, nos amamos mucho, te amé mucho. Me cuestan muchas lágrimas volver a reescribirte, me duele mucho recordarte, incluso pensar en la despedida final. Me rompiste hasta el último día, me hiciste sentir culpable de algo que pasó hace mucho tiempo. Me dijiste que no tenías a nadie, como si yo fuera un cero a la izquierda, como si no te hubiera ayudado las veces que me necesitaste, como si nunca me hubiera preocupado por ti, como si todas las noches que pasé llorando porque regresaras no hubieran sido suficientes. No tienes idea de cómo regresé a mi casa, quería correr y gritar.

Dijiste todo lo que no quería escuchar y todo pasó exactamente como no lo planee, no necesitaba más miseria porque creo que con la mía es suficiente y te escuché, te juro que te escuché y pasé días pensando la forma de ayudarte y mi último grito fue un mensaje larguísimo que ignoraste, un mensaje escrito con todo mi amor, sin ningún interés, solo el de ayudarte; como siempre, como en todo. Lo hice porque me nació, porque así lo sentí y porque creí que lo necesitabas. Si te sirve de algo saberlo, fue la peor despedida que he tenido en mucho tiempo, esa tarde también me di cuenta lo poco que te importaba, y de lo destructivo que pudiste ser en pocas horas.  No fue casualidad que me dijeras tanta mierda, ahora lo entiendo, pero escogiste a la persona equivocada para ser así de cruel, temo decirlo, pero escogiste a la persona que aún con todo eso seguía sintiendo amor por ti.

Y ahora no tengo la menor idea de cómo deshacerme de todo esto, siento un hoyo inmenso en el pecho, que con tu ausencia se hace más grande. Me acostumbro a que no estés, me acostumbro a la cicatriz que dejaste cuando te marchaste. No te quiero extrañar y deseo con todas mis fuerzas que un día me despierte y no tenga el más mínimo recuerdo de nosotros.

Fotografía: Alexis Vasilikos