Si el tiempo en verdad hablara
probablemente no nos diría nada,
ni hablaría nuestros idiomas.

Tampoco utilizaría palabras;
esto puede dar pie a conjeturar
que en realidad nos está hablando
de una forma que sólo él puede hacerlo,
mas sin embargo no comprendemos.

Pero, si el tiempo en verdad existe
y no es una cosa más
que inventamos para nosotros mismos,
¿por qué se molestaría en hablarnos?
Si viene existiendo mucho antes que nosotros,
y por lo visto seguirá aquí
mucho después sin nosotros.

Pregúntenle a un perro o a un árbol
qué opina del paso del tiempo o si este existe,
a ver que nos dicen.

Quizás ambos respondan:
“no es más que un incordio”.