Hoja de incidentes

Cuando cumples 18 años, tu pastel debe de decir “Soy libre bitches”.

Tener tu credencial de elector es como un pasaporte, aunque no salgas del país o de tu colonia. Puedes hacer muchas cosas en las que no podías participar, puedes entrar a lugares que te van hacer madurar, reír y llorar. Sientes una libertad que no habías conocido antes pero también es una gran responsabilidad, porque en un momento estas en Garibaldi cantando a todo pulmón con un mezcal en la mano y de pronto puedes estar en la cárcel preguntándote que carajo acaba de pasar.

A todos nos gusta como se siente el plástico nuevo de la credencial, no dejamos de tocarla, guardarla y sacarla una y otra vez de nuestras carteras. Es nuestro acceso a un mundo VIP lleno de posibilidades. Ni el bar más pitero nos puede excluir, la señora de la tiendita no podrá dejar de vendernos cigarros sueltos aunque nos ponga sus malas caras, el señor del Oxxo se cansará de nuestra presencia por la gran cantidad de alcohol que compramos en cualquier horario, el joven de la taquilla del Cinépolis nos seguirá repitiendo que esa película no es apta para nosotros, la chica del servicio social de la Biblioteca Vasconcelos se preocupara por los libros de contenido hardcore que sacaremos cada mes para leer en nuestras casas y nuestros padres se preocuparan por el uso que le daremos a nuestra amada credencial cuando andemos explorando en la calle como los personajes de “Y tu mamá también”.

Llegamos a los 18, ¡déjennos divertir! no sabemos que hacer con nosotros mismos, nos sentimos en un limbo, solo queremos saber que hay mas allá y pensar después en las consecuencias.

Fotografía por Abel Ibáñez G.