G.B:
Tu rechazo me hace sentir la más fea de toda la comarca, y tu ausencia, bueno te ausencia es un telegrama que dice que no quedé seleccionada.
Te escribo esto, porque de alguna manera siempre cierro mis ciclos escribiendo. Creo que me está costando con vos.
Lo cual creo que es muy injusto ¿no?
Que te ponga en la misma bolsa que todos los demás, todos aquellos que me hicieron daño.
Afuera, hace un frío del carajo y adentro tengo 20 años.
20.
Si es que hay algo que puedo entender, es que nos une conexa y estrechamente es el dolor.
La pérdida.
¿Qué es el dolor, si no otro constitutivo de nuestra sangre?
No puedo odiarte por dejarme así, y créeme que lo estuve intentando. Supongo que los puntos suspensivos son lo tuyo, y yo no era alguien que aparentemente podría haber merecido otra cosa de vos.
Siempre yo hablando de mí, de mí. Más allá del encaprichamiento adolescente que puedo tener con la situación, tengo un profundo sentimiento de empatía con vos.
Perdiste una gran parte de tu vida. Y cada uno hace lo que puede con sus pérdidas.
Supongo que es como dice Ani, me hiciste un favor.
Ja.
Y ahí voy yo.
Frustrada, con el síndrome de la salvadora.
Abrazando a cualquiera que se parezca a mi yo de 5 años.
Asustada.
Llorando a un costado de la habitación. Con los mocos chorreando, preguntándose porque el mundo es tan cruel y frío.
Supongo que a veces soy mi propia madre.
Pero nunca llego a abrazar de esa manera a los demás.
Y eso también está bien.
Fotografía: Gediminas Jankevicius
No sé qué decir sin sonar cursi.
Clase 98´