Aún me acuerdo

Ayer me acordé de ese día que tuve descanso en el trabajo y pasé al tuyo a recogerte, te esperé en el supermercado y decidimos comprar muchos chocolates y golosinas. Yo estaba un poco decepcionada porque desde el comienzo quería helado y ya te lo había dicho días antes, yo simpre tan engreída y terca, pero aún así acepté la idea de los chocolates y las golosinas. Caminamos, hablamos y nos reíamos y me hacías esas bromas pesadas que solo podía contraatacar hasta cierto punto porque me ganabas luego. Caminamos hasta la Baguette, me río internamente porque ese día perdiste tus documentos de una manera tonta, entrando pedí un jugo de melón y, bueno, luego nos fuimos a tu casa en taxi. Llegando hicimos té verde, cómo te gustaba el té verde. Mientras el agua hervía yo me sente encima de la mesa de la cocina y tu volteaste, entraste en mi entrepierna y me acariciaste y me besaste y a mi me gustó mucho, sentí como si era algo cotidiano, algo que se hacía en una convivencia. A ti siempre te gustaba andar casi desnudo en tu habitación y era súper normal, me gustaba que tengamos esa confianza y listo, entonces yo también me quite los pantalones y me puse un polo tuyo, esos negros, largos, de metaleros que te gustan. Esa tarde noche nos metimos a la cama; recuerdo como nos tapamos debajo de las sábanas y del edredón ahí adentro todo era muy oscuro, muy caliento y muy seguro; y minutos después hicimos el amor de una manera rica, lenta, divertida, sensual. Oirte gemir para mi era muy estumulante y tu lo sabías y tu lo hacías siempre. Ese día fue muy lindo.

Nos agradeceré.

Gracias a nosotros por habernos regalado un verano muy caliente, muy triste, muy aleccionador, muy lindo. Gracias a nosotros por haberlo intentando y haber fallado una vez más, he aprendido una vez más. Gracias.

Fotografía por Lars Wastfelt