La siembra de nubes

¿Cómo nació la idea de este libro?
El germen de la novela “La siembra de nubes“, a pesar de que hay algo nebuloso ahí, creo que lo sitúo en un trabajo que realicé cuando estaba cursando el doctorado en literatura y nos encargaron un ensayo acerca de cómo nuestras bibliotecas determinaron que estuviésemos en ese doctorado. El texto derivó en una pequeña investigación acerca de cómo se fue armando esa biblioteca, sobre todo desde el pasado familiar y afectivo que se ve representado en esos libros. Es decir, una biblioteca contiene una historia, en ella se ven reflejadas las obsesiones por algunos temas, las circunstancias en que llegaron a una estantería, quiénes abandonaron sus libros, qué temas abordan y cómo esos temas (lo político, la ecología, los afectos) van influyendo en nuestra formación, escritura y futuro.  

¿Qué descubriste en el proceso de escribirlo que no imaginabas al inicio?
Descubrí distintas cosas, entre ellas, que podía escribir una novela de largo aliento, en tanto estuve enfrascada diez años en la escritura de artefactos literarios como “Historia de mi lengua” (mi anterior libro), “Diario de quedar embarazada” o “Diario de las especies“. Descubrir eso fue hermoso en tanto generó un alivio frente al fantasma de la incapacidad de escribir que a veces nos ronda como escritoras. Eso en términos técnicos. En relación al material que se trabaja en el libro, descubrí temas familiares sensibles, como pensar en la configuración política familiar, cómo son asumidas las paternidades dentro de la familia y por sobre todo, comenzar a indagar en el tema del desastre climático que se nos avecina.

¿Qué partes tuvieron que quedarse fuera para que el libro quedara como está?
El libro contaba con una parte que saqué por completo, que tenía que ver con el futuro. Ese capítulo narraba la vida de la nieta de la protagonista, la vida de una mujer sumergida en medio del desastre climático, en el año 2050. Un futuro devastador, que fluctuaba entre enormes inundaciones y larguísimas sequías. En ese contexto, ella se dedicaba a recolectar gotas en frascos para hidratarse. Pero lo saqué. Me dijeron que no funcionaba, al menos para este libro, que el libro ya estaba cerrado y lo extendía en un capitulo, que si bien funcionaba por sí mismo, no le correspondía a este.

¿Qué conversaciones, lecturas, imágenes o sonidos se cruzaron en la escritura de este libro?
Se cruzaron primero experiencias vitales importantes, entre ellas la escritura de mi tesis doctoral (relacionada a las demandas de los movimientos sociales en LA y la representación de estas demandas en textos de escritoras chilenas), la migración a España con mi familia (y todo lo que eso significa, tema legal, habitacional, la lengua, la familia lejos, la soledad), la escritura y publicación de “Historia de mi lengua“, la llegada de nuestra perra Arenita a nuestras vidas, entre otras. 

Luego, se abrió, con distintos amigas, editoras y escritoras, el diálogo acerca de mi libro, tanto en su aspecto político, afectivo como todo lo relacionado al clima. En esos meses conocí a Maia Gattas Vargas, investigadora y artista argentina, que investiga las nubes, con la que entré en un diálogo hermoso acerca de la importancia del clima en nuestras vida, el clima y la ausencia, el clima y nuestra historia familiar. Fue ella además quien diseñó la portada de la edición chilena. En realidad en estos seis años de trabajo del libro, he podido compartir el texto y el diálogo acerca de él con muchos amigos y amigas, lectores, lectoras, que lo han hecho crecer enormemente, el libro se los debo a ellxs.

¿Hay una emoción o pregunta que lo atraviese a principio a fin?
Creo que lo que atraviesa de principio a fin el libro es la poética de las nubes, de allí su título más allá de lo evidentemente temático. Lo nebuloso de las historias familiares, afectivas y políticas que nos cruzan y nos constituyen. 

¿Hubo un momento en el que sentiste que el libro cambió de rumbo?
Creo que sí, incluso en términos de estilo. Al principio quise hacer de esto un nuevo artefacto más, fragmentario y breve. Uno de los lectores del manuscrito me dijo que me debía sentar a escribir el libro, que ese era solo el esqueleto, una suerte de índice. En ese sentido el libro tomó el rumbo de una novela. En segundo lugar, la protagonista en un principio no era una investigadora, era una escritora, pero me pareció que el texto necesitaba otra poética y abrir otras preguntas. 

¿Cómo cambió la manera de leer o de mirar después de terminarlo?
No sé si podría decir que cambia la manera de leer o de mirar con cada libro que escribo o leo, pero sí creo que con cada nuevo libro que leo o escribo me vuelvo a asombrar con el ejercicio de lo literario, que en cada texto es único y abismal.

¿Qué autorxs te insipiran últimamente y qué encuentras en su forma de escribir?
Me gustan lxs autorxs obsesivos. Estoy ahora con dos libros “Diario del dinero” de la argentina Rosario Blefari, que hace apuntes de los gastos que tiene diariamente y con eso va reflexionando en la precariedad del artista, los vínculos afectivos y lo monetario; y también estoy con el libro de una autora mexicana, “Archivo agonía” de Marina Azahua. Me conmueve mucho la forma que ha encontrado para hablar de la agonía y la obsesión de la autora con algo que no había leído en ningún libro y es el registro de los segundos antes de la muerte. 

¿Cuál es tu restaurante favorito y qué nos recomiendas pedir?
Pedir unos erizos o unos locos en el Hotel Rex de Pichilemu, Chile.