¿Cómo nació la idea de este libro?
Fue naciendo de notas que tomaba en un cuadernito para después enviarle cartitas de amor a una chica de la que estaba enamorado. En mi transitar cotidiano por la ciudad descubría cosas bajo el influjo del enamoramiento y mi intención era compartírselas a esta chica para mostrarle la naturaleza de mis sentimientos. Poco a poco esas notas fueron cambiando de tono aunque no de enfoque. Mantuve el modo ilusionado y romántico de ver la ciudad y a través de ese tamiz empezaron a surgir nuevas visiones y notas ya no referentes al amor sino a los temas cotidianos, y poco a poco fueron surgiendo unos temas definidos hasta que me di cuenta de que todas las notas, a pesar de ser fragmentarias, tenían un sentido subyacente. Se me ocurrió que eso podía ser una novela.
¿Qué descubriste en el proceso de escribirlo que no imaginabas al inicio?
Que la literatura no se hace racionalmente. Para que algo sea genuino y funcione es necesario aprender a seguir la historia en la imaginación y dejarla que se desenvuelva y tener la inteligencia para desarrollar las estrategias correctas para transcribirlo y traerlo al mundo ordinario. En ese sentido, aprendí muchísimo sobre la inspiración y los mecanismos de la creatividad.
¿Qué partes tuvieron que quedarse fuera para que el libro quedara como está?
Muchos fragmentos quedaron fuera, especialmente los que no mostraron su correlación narrativa con el resto. Aunque la novela es fragmentaria, todo se desarrolla en paralelo, así que las líneas que no alimentaban a otras, las saqué. De hecho hice un fanzine con todo ese texto como una especie de sombra de acequia al que titule cisterna. En total quedaron fuera unas veinte páginas que es una décima parte de la versión final.
¿Qué conversaciones, lecturas, imágenes o sonidos se cruzaron en la escritura de este libro?
Una década de fiestas, amistades, lecturas y experiencias muy variadas. Buena parte de la novela primero fue una anotación hecha en el momento en uno de los cuadernitos de los que siempre cargo junto con una pluma. Desde cosas que anoté a oscuras en una sala de cine hasta impresiones escritas en medio de alguna calamitosa pista de baile. Hay muchas referencias discretas en el texto.
¿Hay una emoción o pregunta que lo atraviese de principio a fin?
Me parece que es una novela sobre la inspiración. Cada personaje quiere alcanzar la plenitud y en sí misma la novela al ser fragmentaria le pide al lector también que la lleve a su plenitud mediante el acto de la lectura. La novela está atravesada por la idea de lo fragmentario y también por la idea del anhelo de la plenitud, no de perfección, sino de que algo sea plenamente lo que puede ser. Entusiasmo podría ser la emoción que buscaba despertar en quien leyera.
¿Hubo un momento en el que sentiste que el libro cambió de rumbo?
Hubo un momento por ahí del tercer año de escritura en el que me di cuenta de que a pesar de ser fragmentaria, no era inconexa. Descubrí la insinuación de la trama general. Y a partir de ese momento me dediqué a imbricarla entre las distintas tramas. Dejó de ser un experimento y empezó a ser un proyecto más parecido a un rompecabezas, en el que la intención era que se revelara un sentido final total a partir de esos fragmentos.
¿Cómo cambió tu manera de leer o de mirar después de terminarlo?
Fue una novela en la que aprendí muchísimo sobre estrategia narrativa. Aprendí sobre todo a pensar como si fuera yo el lector de mi novela más que el escritor. Es decir, de alguna manera a invertir la experiencia para conocer el resultado de mi obra para poder diseñar una experiencia estética consistente.
¿Qué autorxs te inspiran últimamente y qué encuentras en su forma de escribir
Me encanta Marguerite Yourcenar, en especial su novela Opus nigrum porque considero que logra evocar de manera muy eficiente y nítida un mundo y un modo de pensar muy peculiar. En ese mismo sentido, me inspira mucho lo que logró Fernanda Melchor en Temporada de huracanes: articular de la manera en la que lo hizo el lenguaje y la narrativa para generar un ámbito, una realidad muy nítida.
¿Cuál es tu restaurante favorito y qué nos recomiendas pedir?
En Cuernavaca, sin duda Doña Licha, que es una fonda pequeña en la que come la gente que vive o trabaja en el centro y ahí hay que pedir torta de cochinita o un taco acorazado.

