Esta mañana me declaré en bloqueo emocional: no siento nada.
¿Será que el bloqueo emocional forma parte del trato? Ese trato en el que nadie gana, o en el que yo gano porque ya no me interesa nadie.

Ahora soy intocable. Nadie puede lastimarme. Después de haber sentido tanto, no sentir nada… es extraño.

No me invites un trago. No me dediques canciones. No me escribas poemas ni me envíes mensajes ni flores. No estoy interesada. Estás perdiendo tu tiempo. No veré los memes, no escucharé las canciones. Se me olvidará contestar cuando me preguntes si ya llegué. No me mires así. ¿No ves que no puedo sentir nada? Te lo advierto antes de lastimarte: no funcionará. No es tu culpa ni es la mía. No es el tiempo ni el lugar. Tal vez debió ser antes, cuando todavía podía sentir. Tal vez será después. Pero ahora… ahora no quiero nada.

El “después” es relativo. ¿Cómo le pregunto a mi corazón cuándo se abrirá si hoy está lleno de candados y ninguna llave encaja? Ese órgano ha tomado una siesta larga: ha decidido hibernar como mecanismo de defensa, después de haber sido lastimado terriblemente (otra vez). Tal vez despierte un día en el futuro, pero no quiero que esperes. Sé libre: busca a alguien que pueda acompañarte en el invierno, en la primavera y en todas las estaciones.

Llamarte “amigo” me resulta fácil, porque esa palabra traza una línea. Tus amigos dicen que estar en la friendzone conmigo es cruel, después de todo lo que haces, pero yo solo intento protegerte. No haré nada que te ilusione, porque no quiero que sufras como yo sufrí; mejor cortarlo en seco, de raíz.

Agradezco el cortejo y los detalles… ahora vete. A veces es mejor no tener nada que intentarlo. La mayoría de las veces no, pero en lo predecible de esta historia… sí. Te deseo suerte; algún día lo entenderás y dirás que fue mejor así.

Fotografía por Abel Ibáñez G.