La tiranía de las moscas

¿Cómo nació la idea de este libro?
“La tiranía de las moscas” es un libro que nace de la obsesión (¿acaso no sucede igual con todos los libros?) por las antípodas libertad y encierro. Quería escribir una novela sobre la claustrofobia familiar y política, sobre los espacios íntimos que se convierten en plataformas públicas, y sobre cómo lo individual es siempre reflejo de lo colectivo: una casa como un país, y un país como representación de una familia. Eso sí, un país, una casa y una familia rotos, en el que pululan insectos y en el que se cuece el caldo de una revolución. Pienso así en la novela: como un grito de libertad ante las opresiones sobrenaturales y ordinarias. Un día empecé a escribir una serie de monólogos en el que una adolescente (Casandra) contaba del rencor que sentía hacia su familia, mientras se nombraba a sí misma como una princesa troyana de la modernidad y una heroína trágica a la mejor usanza de Shakespeare. Lo que en un inicio tenía visos de comedia y de teatro, fue transformándose poco a poco en novela oscura, que sí, maneja sin dudas algunos de los recursos del humor como la parodia y la ironía, pero que también propone un debate histórico sobre la importancia de la memoria colectiva. 

¿Qué descubriste en el proceso de escribirlo que no imaginabas al inicio?
Descubrí que un texto teatral puede metamorfosearse con facilidad en un texto novelístico. Y, además, que ésta era una transmutación dichosa, una fiesta, una danza oscura. Disfruté muchísimo el recurso de la ironía y de la parodia con una mirada política, y la posibilidad de diálogo simbólico que me ofrecían las moscas (esas criaturas que, en la novela, todo lo ven, todo lo saben, todo lo comentan). Las moscas son el más político de los insectos, porque no solo se limitan a observar nuestros espacios públicos y privados, sino que además nos zumban en las orejas, como si con ello pudieran hacernos saber qué opinan de nuestro rumbo como especie. 

¿Qué partes tuvieron que quedarse afuera para que el libro quedara como está?
En el proceso de edición, recuerdo que había escrito un capítulo delirante sobre cómo Calia —la hermana genio, la niña silenciosa— se transforma en el dios decadente del mundo de la novela. Y digo delirante, sí, porque me arrastraba hacia un camino no mimético donde ya no existía oportunidad para las lectoras de interpretar el texto a su imagen y semejanza, sino que proponía una especie de “tiranía” donde mi mirada como autora era el centro y la medida de todas las cosas. Quitar ese capítulo fue una de las mejores decisiones que tomó mi editora Cristina Morales, y lo agradezco muchísimo, porque me puso los pies en tierra, y me abrió a otro tipo de resolución que encajaba mucho mejor con el espíritu de la novela. 

¿Qué conversaciones, lecturas, imágenes o sonidos se cruzaron en la escritura de este libro?
La Historia y la vida misma se me cruzaban frente a los ojos. “La tiranía de las moscas” puede ser un libro extraño y oscuro, pero también muy real. Es el reflejo vivo de las dictaduras domésticas y de las políticas, del mundo atiborrado de leyes adultocéntricas y de injusticias, de las pequeñas y las grandes revoluciones que pueden estremecer tanto los pilares de una casa como los pilares de un país. Es, también, un libro sobre el territorio, y cómo el devenir de este territorio define la manifestación de nuestra humanidad. En mi proceso creativo, disfruto mucho cuando la Historia —de forma más o menos evidente— se cruza con la escritura, se mezcla y se contamina. 

¿Hay una emoción o pregunta que lo atraviese de principio a fin?
Hay un grito de libertad que lo atraviesa de principio a fin. Un grito que habla de la importancia de no olvidar, porque solo la memoria nos salva de nosotros mismos. 

¿Hubo un momento en el que sentiste que el libro cambió de rumbo?
No exactamente. Quizás porque, aunque trazo un rumbo determinado para mis novelas a la hora de escribirlas, también tengo consciencia de que no es obligatoriamente el rumbo definitivo. Siempre estoy abierta al cambio, a dejarme conducir por mis personajes, a deambular por la zozobra del proceso hasta llegar a su fin con nuevas preguntas y con la certeza de que ha sido un buen viaje. 

¿Cómo cambió tu manera de leer o de mirar después de terminarlo?
Soy más consciente de que el mundo es un tejido político del que todos somos parte y que constantemente definimos, incluso con nuestra inacción, nuestra apatía o nuestras revoluciones. 

¿Qué autorxs te inspiran últimamente y qué encuentras en su forma de escribir?
Me acompañan muchos autorxs y libros. A los que siempre acudo: Jeffrey Eugenides, Salman Rushdie, Mariana Enríquez, María Fernanda Ampuero, Úrsula K. Le Guin, Margaret Atwood, Anne Carson. Me fascinan sus escrituras porque siento que logran, a través del lenguaje, no solo construir un mundo, sino también sus sensaciones. Soy una escritora que disfruta que los libros sean roce, piel con piel, hueso contra hueso. 

¿Cuál es tu restaurante favorito y qué nos recomiendas pedir?
Amo la comida japonesa y especialmente el sushi. Intento, en cada país que visito, conocer de qué manera adaptan la culinaria japonesa a las propias tradiciones regionales. También adoro la comida peruana y la mexicana. De México me quedo con el chile en nogada, que es el cielo mismo.  

Retrato por Mauro Cantillo
Arte del libro por Manuel Marsol