Cada que te pienso, imagino a tu niño dolido. Cada que llego a pensarte me agacho, te abrazo y aprovecho ese oído cercano para decir: es hora de que partas. Te creo y acepto tus disculpas. Vete en paz que nada nos debemos.
El niño-llaga camina hacia las colinas y desaparece llorando. Ahora es el pistilo sentado sobre alguna flor en loto de mi mente. Que no se pare. Que sigan las olas de lago tranquilo y que se olvide aquél ávido de aceptación y mentira. Vuélvete la piedra suave que en mil años será tierra y en otros miles, musgo o aire. Ya fuiste lágrimas en mi camino y dolor en tu propia carne. Es hora que renazcas mejor, que no distraigas el aleteo de las aves, el ronquido en los perros o la risa del café de sol espeso. Que no distraiga el niño de las mil y un escuelas derruidas y ficticias ya.
Verde multicolor. Intenta viajar ligera.