Es el año 1999 y viajamos en un C.U.- Bulevar. Tu cabeza descansa en mi hombro y mi cabeza descansa en tu cabeza. Estamos ebrios. El camión salta, salta continuamente. Tengo que decir “Que poca madre, no arreglan estas putas chatarras y nos traen peor que reses”. Dices sí, mientras duermes o finges dormir. A mí me duele la cabeza después de haber leído el tarot a más de sesenta desconocidos, pero al menos consumimos mucho delicioso y preciado alcohol, lujo para estudiantes clase medieros.  Buena venta la de hoy en la kermés de San Valentín, por ello nunca he menospreciado este negocio. Bebimos en el Riks o la Cirucua o uno de esos putañeros antros universitarios que dejaron de existir después del 2004. Estamos ebrios y yo resguardo tu sueño, resguardo tu viaje hacia tu departamento. Yo seguiré mi ruta hasta la muy, pero muy lejana Cholula. Tú ya tienes 19 años, yo los cumpliré el próximo mes, que será marzo. Estoy enamorado de ti, pero no me atrevo a decírtelo, no puedo ni siquiera decírmelo a mí mismo. Este será un secreto que me joderá la vida violentamente en un futuro medianamente lejano. Tú serás Elegida y triunfarás en el mundo. ¿Yo? Bueno, la verdad es que no tengo una chingada idea de qué será de mí. Este febrero, este viaje en camión será uno de los más preciados recuerdos de mis años en la universidad, probablemente hasta el día en qué muera, a pesar que en este viaje flotan enigmas que serán resueltos de formas lamentablemente trágicas y, sin embargo,  esas fatídicas consecuencias no serán suficientes para perder tu amistad, que siempre ha sido una bendición.

Fotografía: John Kilar | Instagram