Visita y regreso

Me di cuenta de que hablaba despacio. Como si quisiera observarme bien antes de excederse en palabras. Me turbé al pensar cómo debía parecerle entonces, tal vez diferente y menos atractiva que el recuerdo que le había impulsado a verme al cabo de tanto tiempo; pero todo fluyó de aquí y de allá con dudas, como si nos impulsáramos al mínimo sentimiento que evadiera constantemente la incomodidad. ¿Cuál era el misterio que nos incitó  a retornar? / Todo estaba abstracto, en reconstrucción. ¿Qué era lo que se formaba ahora? Y las miradas iban de lugar en lugar, al piso, a la banqueta, a la basura en la calle alumbrada cálidamente, a las ventanas de las casas cercanas y de momento a la mirada mía. ¿Fue casualidad? Y ahí va de nuevo, hablar y escuchar, la mirada en su viaje constante a los mismos lugares otra vez, yo hablaba quizás de las anécdotas pasadas o de la singularidad de hechos vividos, la concentración mejoraba si en ese momento intenso parpadeaba y veía al vacío. Ojalá que no lo hubiese notado. / Los espacios entre nuestra vehemente conversación llena de contemplación a la estancia, al silencio y del pensar qué decir, pero también de disfrutar no decir nada, quizás generaba la sensación más nerviosa, pero, ¿acaso era ese nuestro clímax?

/ Y así por horas. /

Me despedí muchas veces sin darme cuenta porque no puedo medir el tiempo cuando estoy a su lado. Y empecé a contar las sonrisas que me daba una tras otra. Y aquí tenía la voz en la cabeza que me incitaba a tomar valor, todo lo que no pude decir mi mirada lo gritó; buscaba sus llaves y ahí venía el momento. / ¿Qué si estaba preparada? Claro que no, sigo sin estarlo. / Me di cuenta que estaba a poco tiempo de mezclarme otra vez en el contexto que nos rodeaba, en la calle sola, en el ruido de la noche, en el clima frío, porque las horas que hablamos estuve elevada y el contexto era ella, sus ojos, su lunar, sus manos y su sonrisa que fluían entre sí, con cada expresión, con cada reacción entre colores cobrizos y rozados. Sí. Como si el atardecer de verano cobrara forma humana. / Adiós, dije, un último choque de miradas, una última sonrisa, un beso de despedida de los que esperas toda la semana, de los que sellan cada visita, de los que coronan un momento o un recuerdo, de los que dan pertenencia. / Adiós, dijo también. / Doblé la esquina, iba de regreso con una nueva vicisitud, no sólo regresaba a casa, también había regresado al pasado.