Vidrios afilados y envases vacíos

Había un hombre que trató mal.

Había una amiga que escuchaba.

Había una persona que lloraba.

No sé en qué momento una persona rota puede rozar su vidrios afilados en la piel y adentrarlos en la carne de otra persona, sin querer tal vez, o sin saber el daño que está haciendo.

Y yo entiendo de personas rotas porque alguna vez fui esa persona que lloró y sufrió y tal vez aquella que hasta se dejaba maltratar, porque por desgracia, en algún momento, sólo te dejas llevar. Alguna vez fui esa persona que pasaba sus noches y sus mañanas en una cama vacía, sucia y oscura con una sombra a su lado, una sombra vacía. Como yo que tenía uso de una sola noche. Después de ese momento yo solo quería el cariño, el calor, el amor de una idealización que nunca pasaba. Yo sé lo que se siente caminar por esta vida con un envase vacío que solo se llena con las sobras de los demás.

Pero por sobre todo el dolor que pude haber sentido alguna vez, me parece que nunca herí a nadie…

… de mis amistades. Creo que nunca lo pude haber hecho. Mi ruptura interna no me lo permitiría.

No podría ser amiga de alguien que rompió a Wendy o a Andrea o Sebastián. No podría ni mucho menos traicionar así.

No podría rozar el calor (o el frío hielo dependiendo de la persona) de mi piel con ese hombre que en su momento dolió y luché por salir de ahí.

Pienso y pienso y solo logro ponerme triste y luego me da cólera y luego solo quiero explotar, pero mi flojera se prepara para sobresalir, para imperar ante todo sentimiento ardiente y al final del día dejarlo ir. Pero a la mañana siguiente ese sentimiento despierta y quiere preguntar, hablar y gritar y reaccionar y llorar para al final seguir preguntándose ¿por qué?