Solo la cama es el departamento, el hogar
donde la ropa se lava con lluvia, vinagre y lágrimas.
Tendidos los disfraces cotidianos estorbando al propio espíritu
cada noche se deja secar el vestido social entre sueños profundos.
Palomas al alba, apenas se forman reflejos de tendederos en las ventanas, bajan
mensajeras de la rutina fúnebre, las alarmas son las mejores cómplices
del régimen matutino que «finaliza» hasta la noche para concretar nuestra existencia.
¡Oh, Ciudad!, también quieres tener tierra donde la fruta puedas comer a tu tiempo,
cuánto valor (Al preguntarnos por qué hacemos lo que hacemos)
vivir la felicidad del cliché y su triste viceversa.
Camino entre místicos perfumados de basura.