Un lenguaje muere

Retienes todo eso dentro que espera salir al mínimo descuido. Y lo retienes con odio, con furia y cólera. Sentimientos que usas para aplacar la evidente marea de dolor que vienes acumulando detrás de ti.

Y por un instante piensas en lo triste y en el odio que mereces tener después de tantos intentos. Recuerdas que fueron por las puras.

Luego recuerdas en breves e inevitables flashbacks de esa salida, esa broma que solo se entendía entre dos, ese lenguaje creado, esa anécdota, ese primer beso, ese día donde no paraban de reír de todo y era todo tan… tan perfecto. Te detienes y haces un inmenso esfuerzo en recordar las noches tristes, las dudas que salen a mil por hora, el secretismo y empieza nuevamente el odio que te ha permitido estar de pie en todo este tiempo -no lo sueltes porque es tu mejor herramienta.

Solo te manejas entre esas dos emociones y tratas de olvidar viendo una película, hablando con alguien, saliendo, riendo.

Una noche sin haberlo planeado resulta que salen las lágrimas una por una, el recuerdo vuelve y te culpas porque supiste tantas veces que eso no… era.