Uno, nueve, seis, ocho… cuento hacia arriba y para abajo y de tu espalda a tus brazos.
La vida es tan corta como para resignarse a perderte y tan dura como un rábano amargo en el desayuno.
Patético y desesperado sería alejarte y borrarte por completo de mí.
Mis días en la cama no valdrían nada y las tardes que se pueden ver aún atravesando las cortinas no llegarían más. Ni siquiera volvería a ver esa historia de Charlie Kaufman que nos puso a llorar.
Pienso en mi intento de querer verte con alguien más y fingir que no me importa, como la absurda frase de: «un dron nos espió por la ventana y no fue mi culpa».
Dije: 1-9’6-8 y quizá no entiendas lo que significo para mí.
Fotografía por Fernando Sarano
Debajo de una palmera; recostada en la parte trasera del coche, en el asiento delantero coreabas nuestra canción favorita. Sabías que era el final, ahora sabes que odio los cambios.