Alguien
que mime, como
si nada importara más.
Alguien
que ame, como
si el mundo se fuera
a terminar.
Alguien
que mire, como si todo
fuera a ocurrir en ese instante.
Alguien
que no contemple verdades,
mentiras, consideraciones
verbales
o reflexiones antiguas.
Alguien
que mime a este ser,
que se me muere por dentro,
que se muere de aburrimiento,
por no encontrar reposo
en ninguna de las almas.
Alguien
que admire y consulte,
que considere importante
a este pobre ser,
que se me muere en las manos,
que se desvive por tocarte
y encuentra un muro helado.
Alguien
que escuche
y no cambie
el ritmo de la
conversación.
Alguien
que aprenda a querer,
que pudiera hacer
ese esfuerzo extraordinario.
Alguien
que no pidiera
represión
a los cariños
y no vendiera silencios
a cambio de “te quieros”.
Alguien
que mime
a este ser,
como si eso
fuera todo lo
importante.
Fotografía por Eduardo Pedro Oliveira
Ciudad de México, 1994. Ha sido reportera de temas políticos, sociales y anticorrupción en El Universal y en La Silla Rota. Estudia lingüística en la UNAM. Escribe, escribe y escribe.