Temperatura nostálgica

El alba exánime suelta las vendas sobre una luz sonrosada que precede a la salida del sol. Pareciera inhumado el oscurecer del himen de un viento catabático, obligando al suelo a arrecirse sobre su denso flujo.

Detrás de un laberinto de adagios, decidió sentarse sobre aquella grama roja. Sabía que estaba en el lugar indicado cuando sus manos se pigmentaron débilmente de marrón.

Sobre estratos antaños apilados se tendían asimétricas y caóticas aquellas quimeras que en un tiempo inactual trepidaron los pasos de aquel homicida que por piedad, apelando a su poca humanidad, inmoló a aquellas virtuosas que habían sobrevivido hasta ese día al caos.

Recostó su cabeza y dejó que su pelo se enredase con aquellos vástagos hasta dejarse cubrir por las reminicencias que habían nacido del último palpitar, mientras sus ojos eran cubiertos por una película de lo que en un delirio pensó sería la eutanasia mas cabal.

El residuo de las infantes, falsamente tibias, le mostraban escenas de labios cálidos, serenidad noctámbula y de pasiones destiladas sobre un licor ultima edición. Acerca de camisas de protección y líneas en la piel acompañadas de suspiros y deseo absoluto.

Su respiración con el contacto de aquel suelo frío se volvió espeso y antes de dejarse invadir por la ingravidez de una felicidad cercenada, se puso de pie para de nuevo tomar el aplomo de la realidad de su transgresión.

La sensación térmica sobre aquella tumba aun puede percibirse si se desnuda el corazón y la temperatura nostálgica invade la conciencia y la razón.