Tuve una hija.
Su nacimiento fue igual a temer: un hecho del cuerpo
algo que sale de mí
(un nudo sangriento)
y cómo desprenderse de la propia carne?
Dónde puedo colocarla
si duele
si soy todavía una niña
si necesito hacer espacio para ella entre mis crayolas
entre mis ideas y mis libretas?
Ya no cabe en mis poemas
(Se desborda)

Le puse un nombre, la llevé todos los días a la escuela conmigo
(se han burlado de ella porque se orina encima,
nunca aprendió a escribir)
Intenté acomodarla en la casa para tener una vida normal:
En cuanto toca el refrigerador pudre la comida a su alrededor
No deja dormir al perro
Ha atraído ratones y otras plagas
Ha encontrado un país lleno de cimientos fértiles
En mi cuerpo
Entre los ligamentos de oro de la fuerza de mis músculos

Le enseñé las tareas básicas de la supervivencia
para que tomara confianza y se fuera pronto de casa:
Sacudir
Despellejar el pollo
Bañarse con agua fría
No aprendió nada mas que a hacerlo todo mal una y otra vez (será que se lleva en los genes)

Pensé en ahogarla.
Imaginé el pensamiento único del que su mente es capaz desvanecerse
entre el oxígeno del agua
convirtiéndose en un pez de plata.
Pensé en ejercer sobre su cuerpo todos los castigos sobre el que tiene registro el mío.
Pensé en odiarla, dejarla morir de hambre
atormentarla con ilusiones de búfalo o sirena.
Y lo hice,
cada vez con más odio
lo repetí hasta el cansancio una y otra vez
hasta quedarme dormida
hasta desvanecer del dolor
para soñar la calma con la que explicaría al respetable señor juez todos mis métodos
Y lo hice
sólo en mi mente.

No hablo con mi hija.
Olvido constantemente su nombre.
Sólo sé que tenemos el mismo miedo estúpido,
fobia de miserables:
perder.
Perder un lápiz
Perder la memoria
Perder la cabeza
Perder un juguete
Perder un brazo

A veces en ese pensamiento aterrador siento compasión
y le canto para arrullarla
para calmarla
y no sirve
Mi pensamiento me ha perdido a mí
Se ha desprendido para ser un renté autónomo
Se mete debajo de la cama y no nos deja dormir
Mi hija toma mi mano
poco a poco el desprecio se desvanece
en una necesidad mutua
de reconocer un vacío que se siente perpetuo.
De a poco nos quedamos dormidas entre la paz de los bordados de las sábanas
en el calor (que es cada vez más) de este mundo
Mi hija soy yo: un hecho del cuerpo.