Mamá me despierta para el desayuno.
Papá trabaja demasiado. Todos los días sale de la casa a las ocho en punto, después de despedirse de la familia y de besar a mamá en la puerta.
Mamá dice que papá no gana lo suficiente para traer alimento a la casa. No le creo.
Todas las mañanas mamá me despierta a las siete en punto, aunque sea domingo. Toda la familia se levanta a esa hora.
El abuelo, la abuela, papá y yo nos sentamos en la mesa para desayunar; luego mamá sirve el plato de sopa.
Primero como yo. Mamá me da la cuchara y me llevo ocho cucharadas de sopa a la boca; sólo ocho, dice mamá. Luego es el turno de la abuela y le paso el plato.
El otro día escuché a papá decir que mamá tenía que conseguir trabajo. Ella le gritó que no porque tenía que cuidar a los abuelos y a mí.
La abuela tiene que dar cinco cucharadas a la sopa, porque dicen que está enferma y no puede comer mucho caldo, si no le sucede lo de las tripas. Yo qué sé. Luego es el turno del abuelo, y ella me cuenta una historia mientras él come:
-Está bien, hija -me dice la abuela, pellizcándome la mejilla-. Cuando yo era niña, tenía que compartir el baño con mis abuelos, mis padres y mi hermano. Entraba uno y salía otro. Claro que yo era la primera en entrar y papá el último en salir.
El abuelo estornuda y deja caer su dentadura en la sopa. Creo que lo hace a propósito para saborearse el caldo de la sopa. Luego le pasa el plato a mamá y ella se come sus tres cucharadas de sopa.
Todavía le duele la mano. Se peleó con la vecina por unas cubetas de agua y, por eso, la trae vendada y papá tiene que darle la mitad de su sueldo al esposo de la vecina para que repare la ventana que mamá rompió. Creo que papá sigue enojado por eso.
Mamá termina de comer y le pasa el plato a papá. Él se levanta y camina hacia el lavamanos para echarle agua a la sopa, pero no sale agua de la llave. Entonces papá se regresa a la mesa, coloca el plato frente a él y nos mira a todos.
Papá a veces está borracho por las noches cuando llega del trabajo y comienza a hablar mal de su jefe. Yo no sé por qué no se consigue otro empleo si mamá le dijo que ya voy a entrar a la secundaria y vamos a necesitar más dinero para que vaya. A veces lo escucho llorar por las noches cuando habla con mamá del dinero, pero ha de ser por la migraña que dice que tiene.
Toma el plato y se lleva la última cucharada de sopa a la boca. Papá no come demasiado, a de ser porque en su trabajo su jefe lo invita a desayunar o algo parecido. Yo qué sé.
Papá siempre insiste en que estudie para que cambie la situación de la familia y no sé por qué, después de decir su sermón, se pone a llorar si yo soy feliz con la familia que tengo. Luego se levanta de la mesa y se va al trabajo.
Fotografía por Cleo Thomasson
Escritor y redactor mexicano (1997). Dictaminador de Revista Tlacuache.