S. no sabe que le escribo; yo sé que él no me escribe. No le gusta escribir – a mí a veces me gusta él.
Le escribo para no decirle que me gusta cuando me aprieta con fuerza las mejillas, aunque siempre me quejo. También para no contarle que – aunque se lo niego cada vez que me lo pregunta – sí me da sueño cuando él va manejando, y que me da miedo que me conozca tan bien a veces como para poner nuestra canción favorita al verme cerrar los ojos y, de inmediato quitarme el sueño porque sabe que la voy a querer bailar. Con él.
A S. no le gusta decir te quiero.
A mí ni siquiera me gusta hablarle.
A los dos nos gusta abrazarnos
en silencio.
Fotografía: Tomé Duarte
1999.
Colombia.
“Yo creo que en este preciso momento estamos siendo alucinados por un Dios intoxicado y todas las galaxias y todas las realidades se desprenden de su delirio.”