Estoy intentando escribir pero no logro concentrarme: a través de la ventana veo al señor que lleva toda la mañana taladrando el pavimento. La ventana está cerrada y aún así el ruido es insoportable. El señor lleva una protección en los oídos, una especie de audífonos gigantes. También lleva puesto un casco, unos lentes, guantes, botas y un chaleco de color naranja. Me imagino que todos en algún momento hemos querido que aquello que nos rodea sea distinto. No mejor ni peor, a veces solamente diferente. Quizá lo ideal sería llegar a ese estado zen y poder encontrar la belleza en todas partes. ¿Pero es esto posible? Seguro que por momentos lo es, pero no creo que sea posible estar permanentemente de esa manera. Al menos no mientras estés vivo. Ya sabemos lo que se dice del cambio: es lo único que permanece. El señor del taladro hace una pausa para fumarse un cigarro. Yo aprovecho el silencio para intentar poner mis ideas en orden. ¿En dónde está la línea entre la aceptación y el conformismo? ¿En dónde está el balance entre el optimista y el idealista? Estoy seguro que, de tener la posibilidad, todos cambiaríamos algo en el mundo. Nadie contestaría a esta pregunta con un nada, todo está bien, todo está en su lugar. Y si alguien contestara así, ¿será porque se ha rendido o por ignorante? El taladro vuelve, el silencio desaparece. Nada permanece. En el fondo lo sabemos: el cambio no sólo es posibilidad sino condición de vida. La pregunta entonces está mal planteada. No es si pudieras cambiar algo del mundo, es ¿cómo estás transformando al mundo con lo que haces? Ahora regreso, voy a abrir la ventana.
Fotografía por Coastal Driver
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Creo que reivindicaría a la clases trabajadoras, unificaría América Latina, y prohibiría la «música» de Enrique Bunbury.
La tremenda inequidad social.
Supongo que aunque suene trillado el cambio climático, eso deriva en escaces de alimentos de recursos naturales, sobre explotación y sobrepoblación,
La educación; si todos pudiéramos llegar a una educación realmente universal creo que habría respeto en todos los sentidos y no habría necesidad de estarnos pisando unos con otros.
Muero por cambiar un millón de cosas, pero en especial quisiera desaparecer la avaricia de este mundo, es increíble que nuestras vidas giren en torno a pedazos de papel. Y lo que es peor, lo que algunos hacen por esos pedazos de papel, dañamos nuestro mundo, a los animales, a nuestra propia especie e incluso a nuestros seres ‘queridos’ solo por satisfacer deseos egoístas e irracionales, es esa forma de pensar lo que tiene al mundo enfermo.
Cambiaría, la falta de conexión.
El egoísmo.
Estándares sociales, estereotipos y prejuicios.
A las personas por nutrias, las nutrias son bonitas.
El patriarcado (y reviviría Vine).
Los estereotipos y prejuicios. Haría que la gente tuviera la mente lo suficientemente abierta para poder comprender que más allá de lo que conoce, hay personas, culturas, arte, cosas y lugares dignas de admirar, entender y respetar.
La falta de empatía entre todos y sobre todo, contra los animales.
Lo miserable que la gente puede llegar a ser con los demás. La miseria es tan grande que un propio país puede ser miserable en todas sus reformas y condiciones, dejando a los más vulnerables matándose entre ellos.
La injusticia.
El machismo.
La violencia del ser humano.
La mente tan cerrada y errada de las personas.
Violencia.
No lo haría. Ese cambio alteraría toda la realidad, y la realidad es de alguna u otra forma congruente con todas las variables que en el existen incluyendo la condición humana.
Al mundo.
La relación tan ególatra que tiene el ser humano con los animales.
La desigualdad económica y social.
Las ideas que nos ha impuesto la sociedad de dividirnos, creando el egoísmo.