Cuando te veo no sé qué sentir. En ocasiones me consume el silencio, o me siento torpe, muchas veces soy más que torpe, otras más me conviertes en huracán. Esto que siento es la fuerza del viento.
Algunas veces me imagino tuyo, encerrado en una habitación oscura, sin ventanas, sin aire y sin combustión.
Soy como el hilo de humo mediocre de una vela que se extingue sin tu aire, sin tu fuego. Eres fuego, quemas al mirar, incendias el deseo de tocarte, me dejas sin aire y me consumo sin tu piel.
Eres catástrofe cuando te veo con otro.
Eres ese desenlace trágico sin plan de contingencia, feroz e impredecible fenómeno natural. Eres la fuerza de la naturaleza y también eres toda su belleza,
sus contemplaciones, un atardecer naranja y violeta, el petricor de una tormenta,
las gotas que se deslizan en las flores de primavera. Eres todas las estaciones.
Cuando te veo no se que sentir.
Entonces me invento una palabra que te describa, y la niego, y la reinvento, y jamás está lista, ni se parece a ti, ni se asemeja a lo que siento, que no conozco.
Eres los versos sin terminar que te escribo.