Semilla de una peonia

7:32 de la noche en un jueves lluvioso y frío, al servirme una copa de vino me acompañan recuerdos tuyos de los que no me libro.

Qué sería de mi, me pregunto, si aún estuvieras aquí.

Sonrisas titubeantes brotan, porque dentro de mi, confundido, lidio con un vaivén de emociones, las mismas que llegaban en pasadas ocasiones cuando aún rondábamos juntos por ahí.

Reflexiono y a la vez me cuestiono, por qué tuve que huir de ti.

Es decir, no nos engañemos con falsos remordimientos porque ambos sabemos que ninguno de los dos fue perfecto.

Si, tuvimos discusiones y desacuerdos no lo niego, pero fuiste tú quien no se rindió en ningún momento.

Ahora desvanecido por el paso del tiempo, deambulo en mis memorias ya que sólo ahí te encuentro.

Que no daría yo por salir de este limbo, correr hasta ti y decirte que con quien quiero estar es contigo.

Abrazarte, y aunque te cueste creerlo, confesarte que tu eres el amor más bello que he tenido.

Miro por la ventana pero solo nos imagino acostados frente a frente, mirándonos mientras sonreímos.

Yo perdido en tu mirada y tú acariciando mi mejilla.

Poco a poco trazo con mi dedo la única línea que dibuja el tatuaje de tu espalda, y tu sin pensarlo, me tomas de la nuca y me das un beso de la forma más apasionada.

De pronto con una lágrima corriendo por mi rostro le doy un trago a mi copa.

Tal parece que ahora asimilo que ya eres feliz, solo no conmigo.

Tomó asiento y en mi mente digo “ojalá nos devuelva el destino, mientras tanto eres tú, mi adoración, por quien brindo”.

Fotografía por Richard P J Lambert