Aprendí a bailar cuando me quité la ropa por primera vez en el balcón de mamabue, cuando se abría el azulejo para sostenerme los pies. Era pura y tenía el alma entera, los pájaros que cantaban callaban para contemplarme viva; solo ellos sabían que me iba a suceder después.
He escrito sobre las mil y un formas de ser buena, mi bondad la había conseguido en otra vida, en el cuerpo de quien nunca fue amado. La marca en mi ombligo relata como he robado almas, nadie pudo besarme el cuerpo entero porque estaba maldito.
Se me acumularon las maldiciones, los dolores y los pésames, ni la lluvia se ha atrevido a acariciarme entera, mas que las alas de una mariposa que tengo bien clavada en el pecho.
Se posó sobre mi corazón cuando tuve aquel accidente donde casi pierdo la vida, el de las cicatrices y las sirenas bien altas, en el que derrame lagrimas sin ni siquiera estar dormida o despierta.
La última vez que me enamoré, aleteó tan fuerte que hizo que mi corazón olvidara como latir por su propia cuenta. Ha salido de mi pecho las ultimas tres noches en busca de algo, vuelve siempre que estoy al limite del cielo.
Fotografía por Martin Canova
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Dualidad
Me esztrello contra el teclado de vez en cuando.
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