Es cierto, sin embargo, continuaste, sin contarle a nadie.
Querías volver. Y no se pudo.
La ciudad atravesó tu voz
con sus luces de arena entre destellos. Ellos se fueron de viaje.
Y tú
que trataste durante horas de mantener dentro
todas las llamas
para no incendiar el bosque
ni crear presencias.
Ellos no te recordaron. No recordaron qué tenían que hacerlo.
Suena un crujido, parece que se quema la casa de barro.
Dentro de una botella de vidrio
alguien grita.
Deambula en una playa virgen la sonrisa.
El suave disfraz
de quién sufre la ceguera
entre rutinas, entre sombras, bajo la misma lluvia ácida
que colorea la vida.
Quizá todo es sólo un accidente sobre otro, alguien te dijo.
Horas de insomnio aglomerándose en el comedor. No te oyen.
Ellos tocan la puerta. No te encuentran.
Nadie entiende tu llanto. Quizá es muy laberíntico.
Pero, míralo positivamente:
allí hay un poema de amor, esperándote
para cuando la tristeza termine contigo.
Salida por la ventana de emergencia
