Desprendido del beso, cuelga en el labio inferior un hilo de saliva que resbala hasta la barbilla lampiña. Chupa del mentón empujando sus perlas filosas contra el músculo tierno y espera una diminuta herida, saborear entre dientes miel de la sumisión, pero no hay sangre, queda un rojo molido en carne, le excita más. Él no, sólo se duele. Él comienza a desnudarse. Él no, sólo lo observa. Él se arroja a la cama. Él no, sólo dice gracias. Él se frota el pecho. Él no, sólo se voltea. Él es superior y lo amenaza. Él sólo presiente lo oscuro y estrecho… Él abre sus piernas. Él sólo se quita el uniforme. Él lo devora todo.
Fotografía por DIADA