Regálame tiempo

Cuando me di cuenta de que estaba besando a Carlos me hice para atrás tanteando de forma desesperada para encontrar algo que me detuviera. Mi palma se quemó, olvidé que estaba en la cocina.

—¡Mierda! — exclamé.

Corrí al lavabo y dejé que el agua helada cubriera mi mano.

—¿Me puedes pasar mi bolsa? — le pregunté al hombre que seguía paralizado.

Ágilmente se giró, tomó mi bolso y corrió a mi para dármelo.

—Gracias— saqué ese pequeño bote de bálsamo que mi mamá compraba para golpes, rasguños, cortadas, raspones, y sí, quemaduras.

—Tu bolsa es mejor que la mochila de Dora la exploradora— comentó Carlos de forma sarcástica, me hizo reír. Estaba a unos tres pasos míos, caminé hasta a él, tomé su mano con la mía que no estaba quemada.

—No puedo Carlos, yo…

— ¿No querías besarme?— interrumpió en tono desafiante.

—Sabes que sí…

—¿Entonces qué pasa? —preguntó calmado.

—Lo de Diego es muy reciente y aunque lo nuestro acabó muy mal no me siento lista para lanzarme ahora contigo —hice una pausa para mirarlo a los ojos—, sólo dame tiempo.

—Tiempo es lo único que no se puede dar —respondió serio.

— Carlos, si pudiste esperar hasta ahora, después de años, ¿cuál es el problema? — me miró serio sin decir nada—. Quiero estar contigo, pero siento que lo de Diego fue ayer, piénsalo así, hace una semana yo estaba viviendo en su casa y ahora todo acabó, fue demasiado rápido…

—¡Ese es el maldito problema! — gritó—, ¡el tiempo puede cambiarlo todo, qué tal si mañana ya no quieres estar conmigo o pasado, o dentro de un mes, y cuando tuve la oportunidad no me esforcé por convencerte!.

—Nosotros no hemos cambiado, seguimos siendo la estúpida adolescente de 18 y el hombre de 35 años y eso no va a cambiar de aquí a mañana si no cambió en estos 5 años— respondí a sus gritos de forma pacífica.

—Es que no entiendo, ¿por qué no podemos empezar ahora?, ¿por qué tenemos que esperar?

—¡Pues porque me parece incorrecto que después de dos días de haber terminado con alguien ya esté saliendo con otra persona! — grité desesperada.

—¿Te parece incorrecto, después de todo lo que te hizo?

Me quedé dos segundos reflexionando, tenía razón, Diego me había humillado, no sólo en la privacidad de la casa, sino que también me había enfrentado en mi trabajo. Me había engañado por meses, le había aguantado sus malditos berrinches y me había hecho pasar por las peores noches de mi vida.

—Tienes razón— tomé aire—, ya, a la chingada—, con desesperación tomé su rostro entre mis manos para plantarle otro beso, él rodeo con un brazo mi cintura y me perdí en ese beso que había soñado años en volver a darle.