Recuerdos compartidos

Nos conocimos en primero de secundaria. Te golpearon los culeros de tercero porque no les querías dar los doscientos pesos que te habían regalado por tu cumpleaños. No valías para un rábano, un completo perdedor, no tenías ningún amigo por tu pequeña estatura y por lo fofo que te veías con tus shorts fajados y calcetas hasta las rodillas. Pero algo conectó, tal vez mi necesidad de ayuda hacia los demás, tal vez si te veías muy patético, o puede que también quería robarte el dinero, no lo sé. Fue una sucesión de eventos repentinos, uno tras otro simplemente.

Nuestro primer porro de mota, ese que le robaste a tu padre mientras se acostaba con su amante en la otra habitación.

Las tetas desarrolladas de Laura, cuando en la clase de educación física le tocaba saltar la cuerda.

El coche estrellado de tu abuelo, esa vez que nos dieron a ambos en la madre.

El polvo que compartimos con Fer, esa calurosa tarde de domingo que comimos hongos alucinógenos y pusimos cara de idiotas cuando un dron nos espió por la ventana.

Nuestro último porro de mota en la azotea de aquel edificio viejo, donde algunos fueron testigos de lo sucedido en el 68.

Una sucesión de eventos repentinos, unos tras otro simplemente.

En fin, agradezco que los culeros de tercero patearan y escupieran tu ridícula cara, de no ser por eso, puede que nada de lo que ahora recuerdo con tanta felicidad hubiera ocurrido.

Para mi amigo, Charlie Kaufman, donde quiera que estés.

Fotografía por cem celik