Charlie Kaufman me entregó los rábanos en mano. Mi misión: dejarlos accidentalmente en el área de carnes del supermercado. Hasta ahora todo marchaba conforme el plan, ese que se había moldeado a partir de los movimientos guerrilleros de 1968. La idea era mandar un mensaje fuerte y claro: no toleraremos más el consumo de cadáveres. Así que los volaríamos a ellos y a sus consumidores en millones de pedacitos.
Cuando pretendía bajar del auto, un dron nos espió por la ventana. Miré por última vez a Kaufman y los rábanos cayeron al suelo, generando una gran explosión.
Fotografía por DIADA
México, 1988. Estudió Letras Hispánicas en la UNAM. Reportera del caos. Edita y escribe para La Liebre de fuego.