Cambié tu nombre, así como tú lo hiciste también. Querida Luna, no sé si estoy empezando o si es que nací haciéndolo, si me encontraste o nunca fue que nos fuimos. Intentar deletrear ese camino amarillo que me enseñaste a seguir es imposible. Inundarme por la magia de verte llena y brillar. Llorar una y otra vez de felicidad por trazar tus facciones en mi corazón y sentir la pausa entre cada latido, desear correr a ti y fundirme, intentar y seguir intentando transformar el mundo contigo.
Te he descubierto en todas tus facetas llena, nueva, creciente y menguante, te he visto llorar, bailar, gritar y correr. Luna hermosa, ¿y si te digo lo que he descubierto? Si te confieso que a veces me es indiferente entender en qué tiempo te amo, si te amé o te amaré lo cierto es que lo hago. Me haz animado una y otra vez a saltar al cielo y soltarme, descubrirme cayendo para toparme con la grata elección de elegir volver a dejarte brillar e inundar todo mi cielo con tu hermosa luz.
Querida acompañante si tengo que explayarme, me animo a decirte que no solo estás guardada en el lugar de las memorias, me atrevo a decirte que todo mi cuerpo tiene recuerdos de ti, mis ojos te han visto, mis manos han alcanzado la brisa de tu aroma, mis brazos erizándose al pensarte y mis pies queriendo correr hacia ti.
Querida Luna, insisto: me inspiras más suspiros y silencios admiración que cualquier millón de cartas que podría llegar a escribirte.
Me llamo Fernanda Mújica, estudié diseño industrial, tengo 23 años y vivo en Guadalajara.