La abuela, el azulejo rosa pálido de la sala, puré de papa, tazas floreadas y mil memorias treinta años más grandes que yo.
Las rodillas calientes mientras están dobladas y yo tirada en el sillón imitando y limitando al mundo. Mareo imaginario.
Quiero un cruce de mi ansiosa necesidad de permanecer a recorrer la diversidad de expresiones que pueda haber.
Debería estar emocionada.
Fotografía por Abel Ibáñez G.
Me gusta imaginar, es lo que mejor sé hacer y decido quedarme ahí porque es un lugar seguro que controlo desde acá. Por eso a veces me da miedo la enormidad de la realidad, pero también me gusta el contraste.
Estoy experimentando la explicitud de mis emociones en palabras.