Yo no sólo te abro las puertas del refrigerador para que agarres tu Coca-Cola. ¡No! Te abro las puertas de mis ojos para que seduzcas a mis dioses y te fabriques unas arracadas con sus pencas de cuarzo.
Yo te pongo un colchoncito en mis sueños para que te pierdas en un alma que vive de sí misma.
Yo no sólo te cedo mi asiento de autobús. ¡No! Te presto mi cuerpo para cubrirte del cenit que acecha tu mirada y te eches el sueñito que tanto quieres.
Yo pongo mi natural ridiculez para que abras en llanto de risa y derrames tantos cisnes de circón para donarlos a cualquiera que esté dejando de vivir en nombre de alguien más.
Yo no sólo me aviento a ti sin salvavidas. ¡No! Suelto todos los músculos de mi boca, aflojo los hilos de mi presente, descubro el portón de mi cuerpo para que mi alma salga y te bese la herida; para que salga, y te envuelva en el amor que te mereces.
Y la vida para qué si se muere en cada esquina.