Pedir un ultimo beso me iba a marcar de por vida, y una caída de boca al bajar de la cama.
Una atmósfera azul rodeo mi cuerpo justo al tocar el suelo, el calor que sentí durante un largo rato, salió de mi cuerpo en cuanto las prioridades se clavaron sobre el escritorio. Estaba puesta en el papel de corcho, pero mi nombre se había tachoneado ante una necesidad planteada por un libro para niños.
Ahora que puedo recordar, cargo con la imagen de mi sombra negándose a abandonar el segundo piso de un edificio amado. Arrastrarla escaleras abajo me estaba costando mi cordura.
Subí a un auto y no volví nunca.

Recientemente juego a que lo olvido todo, bailo con los ojos cerrados y dejo que mi alma guíe los movimientos de mis brazos al escuchar voces llamarme por mi segundo nombre.
– ¿Qué tienes ahí?
– ¿En la boca?
– No, arriba de la ceja
Nadie ha notado el hueco que dejó el alfiler con el que me colgaron sobre el tablero.

Fotografía por Patricia Ruiz del Portal