Piel de madrugada y una mente feral

¿De qué me sirve el olvido si necesito el perdón?
¿De qué me sirve el perdón si no puedo olvidar?
Anoche rompí el espejo, ya no soporto mi reflejo.
Este rostro no es mío, estos ojos reclaman tu nombre,
ése que se tragó mis lágrimas cual licor,
ése que se bebió mi sangre hasta dejar moretón.
Pero yo… ¿en dónde quedo yo?
Pero yo… pero yo.
Yo no estaba ahí, nunca estuve en mí.
Me quedé en el viaje: un 20 de abril cualquiera,
pero era julio, y yo ya no tenía resaca.
Era julio, y me quedé sin alma, era julio, y me llevé la tuya.
No necesito olvido, ya no quiero tu perdón,
en mi mente solo queda nuestra última noche
y la obscura habitación.

Fotografía: Cecilia Gómez de Villavedón