Fue a finales del año pasado, en un cierre de año con subidas y bajadas en picada; con un “adiós” muy doloroso y un reencuentro que sanó todo, porque ya ven como es el tiempo, que nos da y nos quita como se le da la gana, así nomás -de la nada- y sin previo aviso.
Un final cubierto por abrazos y besos eternos, sonrisas -de esas que quedan grabadas en la memoria-, palabras que sí tuvieron un impacto enorme en mí, recuerdos que no pudiste dejar atrás y promesas que tristemente no supiste (o no supimos) cumplir.
¿Quién me iba a decir? Que el principio del 2019 -año nuevo e insignificante para mí, la neta- representaba también el final de tal vez lo más importante con lo que a mis 25 años me he topado: él.
Fotografía por Denis Ryabov
Mexicana, 25.