Oye nena… Ven y camina mientras observo como se mueve tu gran trasero, ven y fúmate éste conmigo y háblame de cómo te enamoraste si nunca creíste ser capaz de deshacerte de ese miedo de mostrarte vulnerable, si nunca creíste ser capaz de amar como no te amaste a vos.

Ven y cántame canciones de Bunbury mientras me preguntas si tengo miedo de lo que viene después. Ven y háblame de filosofía, ven y vuélame los sesos con tus teorías del absurdo de los días. Ven y dime todas esas cosas que nadie me dice ahora por temor a lastimarme. Ven y habita conmigo la luna, ven y emborráchate conmigo mientras Pink Floyd suena de fondo, mientras me dices que soy rara, pero que me quieres como a nadie, ven y dime que soy una egoísta, que sólo huyo porque aún no sé a dónde pertenezco, ven y dime que te gustan mis ojos, ven y toca mis cejas hasta quedarme dormida…

A veces puedo imaginarte sentada en la plaza, esperando por mí, yo que nunca supe llegar a tiempo, lo siento… Ese día por fin llegué a tiempo, pero no pude hacer nada, tus ojos ya no me querían, tus ojos ya estaban puestos en tu destino… La muerte.

Ven y dime que encontraste esa paz que en este mundo vacío y superficial no pudiste encontrar. Ven y dime que ya no me querías, que había sido una hija de perra por  haber envejecido a la fuerza y dejarme robar la chispa. Sé que no había mucho aquí, sé que ya no era lo que solías amar, sé que ya no entendía tus palabras sabias, sé que me fui porque en el fondo, pensaba que tu camino ya no era el mío… Lo siento nena, lo siento amiga. ¿Sabes? Cuando te suicidaste, hablaba mucho de vos… De tu cabello, de tu sonrisa, de tus caderas, de tu enorme trasero, de tu pasión por la filosofía y la química, de tu chispa, de tus pies viajeros, de tu mente tan delirante e inteligente, de tu voz, de nuestras incontables noches navegando el absurdo, de lo rara que yo te parecía… Pero la gente se cansó de oírme, así que decidí no hablar nunca más de vos. Quizá esto sea lo último que escriba para vos.

Fotografía por Benedetta Falugi