-No mires.
En la oscuridad de la habitación su voz sonó rompiendo el silencio, mientras que él intentaba obedecer, sus ojos lo traicionaban y espiaban. Sus corazones se sincronizaron sin que ellos lo supieran.

-¡Que no mires!- Repitió, y colocó suavemente sus manos sobre los ojos de su amor. Él no pudo más que abrazarla de nuevo y acercándola hacía su cuerpo, la besó.

Fotografía por Patrick Liebach