Siempre fue Ofelia quien me despertaba a media noche para contar fantasmas mientras yo cazaba truenos en los rincones.
Un hombre lleno de entrañas al que nombramos Charlie Kaufman llamó a la puerta.
Me escondí en el jardín de mandarinas, aunque siempre preferí el de rábanos.
Cuando me encontró, lo abandoné entre las tumbas de 1968.
La vida de aquel hombre se fue como se escapa una idea a medio escribir.
Fue la voz ausente que me hizo darme cuenta:
Los fantasmas, los truenos, el hombre que llamó a la puerta y ahora sus entrañas que yacen bajo tierra… Ofelia, siempre fue Ofelia.
Oh, querida Ofelia, al menos solo yo conozco la causa de tu falta.
Espera.
Un dron nos espió por la ventana.
Soy un alma apasionada por las historias en todo tipo de formato. Encuentro mi inspiración en cosas pequeñas.