Fui a la presentación del nuevo disco de
Diles que no me maten
que salió el 24 de octubre
en el 316.
Fui sola.
Hace mucho tiempo no iba sola
a un concierto.
Estaba ansiosa
de entrar a un sitio
de no hallarme
pero también de escuchar el Obrigaggi
en vivo.
Porque
lo puse el otro día en mi casa
con mi roomie
en el comedor.
Y nos hizo cosas.
Desde el primer segundo.
Y ahora me hizo más cosas
a mí y a los que estuvimos ahí.
Me hizo sentir acompañada
en la soledad
de una noche morada
embriagada e incierta.
Este disco es una morada.
“Estar aquí, saberme despierto, disfrutar de lo que los ojos ven…”
Todo empezó con un chico
mordiendo
masticando una manzana
a mi lado.
Ese sonido le dio inicio
a mi trance.
“La ciudad se enciende lento, flor de neón”
Esta ciudad interna
se me encendió.
Es eso que pasa
cuando la música te cierra los ojos
de una cachetada
onírica
y de repente te sumerges
en un viaje
profundo
precioso
ruidoso
intenso.
Jonás me recordó
a Patti Smith
pensé en los pájaros que cantan
en los árboles de afuera de mi casa
todas las mañanas.
En los gritos
que no grito
que grito adentro.
Me sentí en una misa
psicodélica
como si el vino de consagrar
tuviera ácido lisérgico.
Me sentí una bruja
flotando
alrededor de una fogata
de sonido
rosa intenso
“Cuando el sueño se rompió, nos inventamos otro sueño… es el corazón que avanza”.
A veces no sé a dónde voy
o qué quiero
pero anoche mi corazón
avanzó otro poco.
Y siempre es la música
siempre la música
ella está ahí
y yo soy la serpiente
que se deja hipnotizar
y voy a donde me lleve
y me llevó al Obrigaggi.
Que ya es un lugar.
Obrigaggi
hace que dejes de estar solo.
Aún no se sabe qué significa
la palabra
pero me suena a gracias
en portugués.
Y pues sí.
Gracias, Obrigaggi.

Escribo. Tengo un centro cultural @heladooculto.
Tour / Personal manager.
CM. Imagen Pública.