Llegó hace un rato. Abrió la puerta, recargó la maleta en la pared de la sala y se sirvió agua.
Cuando pegó la boca en el vaso empezó a escurrirle por el cuello, traía una sed…
Luego volteó, me miró, levantó la cabeza saludándome y sonrió.
Estuvimos un rato ahí.
Fotografía por Abel Ibáñez G.
Me gusta imaginar, es lo que mejor sé hacer y decido quedarme ahí porque es un lugar seguro que controlo desde acá. Por eso a veces me da miedo la enormidad de la realidad, pero también me gusta el contraste.
Estoy experimentando la explicitud de mis emociones en palabras.