Éstos no son los años noventa.
Si bien, los coches no vuelan, ni los rascacielos se encuentran a la altura de la torre de Babel, aquellos medios masivos de comunicación no han dejado de ser top.
No existe nada que pueda volver a verse como en los años atrás; ni siquiera el silbido del barrido después de la media noche ha vuelto a ser el mismo.
El hombre, o mejor dicho, los hombres, han dejado de perpetuar la raza humana. Pues se ha erigido la eutanasia como medida sancional para aquellos que no están conformes con su vida. O al menos eso es lo que me gustaría decir.
La vida se siente ya tan obsoleta. Antes todo parecía cobrar sentido por cuenta propia, pero todo lo que mis ojos habían visto con anterioridad se desvanece como neblina y se fragmenta en pedazos.
Ahora solo habito en mi imaginación. Divago en los pensamientos más pendejos que el ser humano se ha atrevido a formular.
¿Y qué otra cosa hay que no ocupe a la razón sino la misma razón de ser?
El sol arde hoy, por no decir ahora, mucho más que por aquellos días. Y era de esperarse podrán decir algunos, pero, ¿realmente existe algo que pueda predecirse?, algo fuera de la obviedad y el sentido común. Algo así como el arraigo de una idea que solo es posible desprender si ya no se tiene fe.
Resulta redundante, repetir, que esto ya no es lo mismo. Que hace veinte quizás y al término de estas líneas, lo que en un principio se dijo, ya no será más.

Me gusta escribir sobre las cosas que veo y siento en el momento preciso.