La noche apenas empezaba, cargaba mi fusil y unas carrilleras me senté ahí al pie de un pirul ya no sabía de mi futuro solo quería regresar a mi tierra quería regresar a cortar mais a ayudarle a mi pa con la leña, a cargar agua. Extrañaba mis burros, el negro y el pinto.
Los burros habían crecido conmigo. Mi pa me había enseñado a montar con ellos aunque al pinto no me le subía, no me quería ese cabrón desde que una vez le puse una cueriza por qué se había soltado.
Cada que hacía el intento por montarlo el jijo de la chingada me soltaba mordidas aun así lo extrañaba. Tal vez ahora mis burritos ya estaban muertos.
Esa noche lloré, lloré intensamente por qué estaba solo, llore por mis pas, por mis hermanos, por mi tropa que me había dejado, por mi general, llore por qué era un estúpido no sabía ni disparar era un chamaco aunque a mí edad ya muchos traían hasta cincuenta muertitos encima.
El llanto hizo que me quedara jetón me puse el sombrero en la cara, me acomodé y abracé mi fusil. La noche se me hizo corta.
Al día siguiente era muy de mañana apenas iba saliendo el sol cuando me despertaron dos señores.
De onde eres muchacho?
Lo único que pensé era que ahí iba a quedar bien tieso.
Les respondí. Señor vengo de Guanajuato de un ranchito por allá de por Salamanca.
Entonces cabrón que andas haciendo por acá, Guanajuato está requeté lejos? Le dije que venía con la del general Juárez íbamos pa Cuernavaca a encontrarnos con la tropa, pero pos yo iba con mi general López a buscar un lugar pos pa dormir, pero nos emboscaron, empecé a llorar agarré a uno de esos señores de los hombros, lo sacudí.
MATARON A MI GENERAL, LO MATARON ENFRENTE DE MI Y YO NO PUDE HACER NADA.
Aquel señor se espantó, me quitó las manos de encima “tranquilo vale, no llore, aguántese como los machos. O que, no eres macho? Las lágrimas me escurrían por las mejillas, macho yo? Respondí; cabrón no ves que soy un pinche escuincle, no sé ni disparar un arma soy tan torpe que no desfendí a mi tropa, no desfendi a mi general.
Macho yo? Soy un pobre pendejo.
Uno de esos señores saco un cigarro. Toma cabrón. Fúmale. Y empezaron a reírse. Tomé el cigarro nunca había fumado. Y esto con que se come les pregunté. Y empezaron a reír de nuevo.
Cómo ves Ramón, a este pelao!.
Ramón contestó; está vivo de milagro y empezaron a reír.
Eran Ramón Estrada y Martín Valdez. Iban para la capital. Entonces qué pelao?
Pregunto Martín. Te vas con nosotros?
Yo me senté. Y mi tropa, y la gente que me conoce? Me tomaba la cabeza, veía el cigarro y mi vida?
Ya cabrón. Dijo Ramón. Tu tropa ya te hace muerto tu familia ya no existe tu general ya hasta se murió no chingues cabrón. Piensa en tu vida. Vámonos nos puedes servir de mucho con ese fusil.
Yo otra vez llore. Nombre Ramón amonos este pelao no quiere ya no le ruegues.
Los dos viejos tomaron camino hablaban no sé qué cosas. Yo me limpiaba las lágrimas veía mi fusil y me preguntaba el cuándo lo dispararía.
Vi el cielo hoy pintaba un día hermoso un cielo despejado con nubes hermosas. Pensé las cosas que estaban pasando, esos dos viejos eran mi compañía si no me iba con ellos no sé qué me podía pasar.
Me pare, los busque y alcancé a ver el gran sombrero de Ramón. Eran viejos pero caminaban demasiado rápido. “Ey viejos”! Espérenme!
Metí una de mis manos a un bolsillo y encontré el cigarrillo que me habían dado. Levanté las manos moví mi sombrero. Los chingados viejos no me veían.
Agarré mis cosas y empecé a correr tras de ellos “Ey oigan eyy”
“Pinches viejitos escúchenme” corría tan rápido que no sentía el suelo “oigan oigan” Martín me escucho y se detuvo, de inmediato volteo a verme. Ramón se detuvo más adelante.
Corrí demasiado hasta que llegue con Martín. Me detuvo tomaba aire estaba agitado Ramón se acercó y me dio agua era tanto mi cansancio que me termine el líquido.
Ora tú? qué quieres cabrón? Me dijo Ramón. Yo tomé una bocanada de aire y les dije “me quiero ir con ustedes” quiero irme pos pa la capital con ustedes” no quiero irme solo.
Ramón frunció la cara y dijo “pero no quiero chingaderas contigo” métetelo a la cabeza ya eres un hombre, está pinche guerra te hace hombre y si no lo quieres préstame esa chingadera y aquí te matamos de una chingada vez.
No quiero verte chillando como pinche vieja. Eres un hombre, cabrón; agárrese los huevos y luche por su tierra.
Vi a Ramón a los ojos y le dije que de hoy en adelante sería el hombre que los momentos me exigían. Ramón me dio un gran abrazo y luego me puso una cachetada.
“Abrazarse es para maricones” los dos viejos empezaron a reír. Y comencé a caminar con ellos.
Ramón y Martín ahora eran mis compañeros eran mi tropa.
Tal vez Ramón era mi nuevo general. Ahora estaba acompañado y eso me aliviaba un poco.
Caminamos y caminamos.
Ya se hacía tarde; los viejos se detuvieron en la sombra de un árbol. A ver Martín saca los pinches cigarros tengo un chingo de hambre cabrón que solo con esto se me calma. Dijo Ramón.
Martín le pasó los cigarros. Prendió uno y comenzó a fumar, al poco rato Martín hizo lo mismo.
Yo tenía el que me habían dado lo saque dije “oigan y esto con que se come” los viejos empezaron a reír. “no seas pendejo hijo, esto no se come. Esto te quita el hambre”.
Entonces, les dije; como le hago.
Mira cabrón. Te voy a enseñar una vez y quiero que aprendas. Esto es tan fácil no la chingues. Mira te lo vas a meter a la boca, luego prendes el cerillo, acercas la flama al cigarro y le chupas, fíjate. Luego el humo lo sacas y ya.
Martín era un pendejo para explicar.
Prendí mi cigarro, le chupe, jale tanto humo que me ahogué. Empecé a toser; los viejos empezaron a reír. “No la chingues Martín este si está muy pendejo”
Yo tosía demasiado. “No chinguen esto no quita el hambre” los viejos reían demasiado.
Hay muchacho estás muy pendejo todavía. Hazlo otra vez y verás que ahora sí sale.
Tome aire, le intente nuevamente y si pude. Ya sabía fumar había aprendido algo nuevo.
“Pues aprende rápido Martín” dijo Ramón es bueno el cabrón. Siguieron riendo ahora yo los acompañaba con las risas.
Ya tenía compañeros no estaba solo. Empezó a oscurecer y ahí decidimos hacer la acampada.
.
Psicólogo de profesión y un perseguidor de sueños y anhelos que jamás llegarán.