Desde hace días hay un torrente por mi mente cual gata bajo la lluvia, la lucidez es como un rayo en medio de una noche tranquila, desde entonces no duermo bien.
La noche me quema, se me mete bajo de la piel, perturba mi mente y taladra mis oídos.
Mis preocupaciones, aunque reales no son gigantes, ni siquiera son grandes y aun así heme aquí sin poder dormir. ¿Estoy bien? ¿Extraño a mi ex? ¿Odio a alguien? ¿Estoy enfermo? La noche no me alcanza para contestarme, mucho menos para escribirme.
Es cuando cae la noche que me siento más real, siento mi cara, mi vida, el paso del tiempo.
El pasado se reclama así mismo, me quedo sin nada, en el presente solo me queda la mirada al futuro, mis viejos amores, la infancia, las escuelas y trabajos a los que fui, ahora nada de eso me pertenece.
Envidio a los perros pues ellos duermen antes de las dos de la mañana.
Llevo horas tirado, con los ojos cerrados revolviendo mis recuerdos, contándome los cuentos de mis memorias.
Son las dos de la mañana de nuevo.
Mi pasión escribir.
Mi talento fracasar.