No puedes forzar la vida

Ella misma me lo dijo cuando vi su mirada puesta en el infinito buscando la paz que su corazón le negaba todos los días. Dejaba el cuerpo abandonado porque no le acomodaba y yo solo la miré desde el marco de la puerta mientras las luces parpadeaban sobre su cara. Luces rojas, azules, magentas y verdes acompañadas de voces que no alcanzaba a comprender; salvo dos o tres frases que me rebotaban en el cerebro y me parecían intolerables.

¿Entonces hasta qué punto elegimos nuestras prisiones?

Y así la miraba, hipnotizada, hasta que con suerte podía conciliar el sueño un par de horas y olvidar. Creo que lo único que buscaba era olvidar. La existencia, la vida. Porque nos enseñan que la vida es hermosa y que hay que saber disfrutarla pero nada más. A nadie le dicen que la vida también es aterradora y muy decepcionante en su mayoría, que mas bien la hermosura se puede ver si eres lo suficientemente listo para encontrarla, recolectando las pequeñas cosas que llenen el corazón en este mar de circunstancias para poder navegar en él.

Pasaba una o dos veces cada noche para mirarla a distancia, con mi nube propia en la cabeza, como si su realidad se me cruzara por casualidad mientras volteaba para alcanzarla. Todo estaba bien pero se sentía en el aire; como cuando sabes que va a llover aunque el sol esté brillando. Y si la ilusión se volvía más fuerte, sabía que ella no pondría más resistencia.

Ella me enseñó que también es humano estar harto de tener que respirar todos los días.

La función de la naturaleza es preservar la vida, ¿verdad?

Si tomar aire y devolverlo es solo una función que nos mantiene en la tierra y ser felices naturalmente ayuda a nuestra supervivencia, ¿por qué no podemos sólo ser felices y ya?

Supongo que es con esa misma sabiduría que la vida termina, no la puedes obligar.