Dice Allen Ginsberg que está conmigo en Rockland,
pero no es cierto.
Está muerto.
Yo también.
Según Luiselli, yo llevo muerto ya mucho tiempo.
Y soy Wells u Orwell u Owen Wilson.
Y viví en Toluca.
Y tenía una maceta con un naranjo seco.
Yo sólo encontré el naranjo sueco.
Y se mueve si lo ves.
Pero no importa, la muerte no importa.
Por eso le escribimos tanto.
Escribimos a las cosas que no importan.
Al puto amor.
A la puta vida.
A la puta muerte.
¿Por qué no ser como pájaros que vuelan sin cuestionarse?
Si el mar es tan intenso, inmenso, tan terso, es porque
nunca se ha cuestionado, nada.
No se ha cuestionado su tamaño. No es hombre,
entonces es La Mar.
El mar (la mar, da igual) nunca ha dicho nada.
El mar puede decir: Sólo soy muchas gotas.
Pero está ahí, solo dice nada.
Pero ahí estamos tercos que tercos.
Queriendo entender todo, queriendo vivir cuando
estamos muertos.
Kusamasuputamadre causó furor, por loca.