No, no llegaste de casualidad a mi vida. Probablemente las tardes de tareas en tu casa con tu hermana lo impulsaron.
No, no fue tu forma de ser la que me hizo pensarte diario, fue el brillo de tus ojos y esa sonrisa perfecta que, aún con el paso del tiempo, me sigue hipnotizando.
Tal vez fueron esos pasos de baile en tus fiestas familiares los que provocaron que nuestras miradas se cruzaran de forma inocente, revelando un para siempre.
O tal vez fueron esos mariachis a medio pasillo, gritando nuestro secreto.
No, no me ilusionaste, me enamoré de ti.
No, no nos faltó tiempo, nos comió el tiempo.
No, no te fuiste porque quisiste, te fuiste porque no lo intentaste.
Esas idas y venidas no fueron en vano, sin embargo, me atrevo a decir que no supimos como manejarlo.
¿Quién iba a pensar que algo tan breve iba a durar toda la vida? ¡Carajo!
No, no tiene caso sacarnos de nuestras vidas, si la mente y el corazón nos corresponden el uno al otro.
¡Ah! ¡Y no! Tampoco es casualidad el pensarnos de forma recurrente y saber qué somos irremplazables.
No, no está mal, es bonito y está bien.
Fotografía por Alberto Polo Iañez.