No es que no supiera estar sólo, de hecho conocía muy bien la soledad y durante mucho tiempo fue su única compañera. Pero en esta ocasión era algo diferente, era una soledad distinta porque tenía un nombre y una figura definida, era una soledad que llegaba cada vez que se despedía de ella, acompañándolo todo el día, todos los días, a todas horas, yéndose únicamente cuando volvía a verla.

Ella misma se lo advirtió hacía ya mucho tiempo, “el problema es cuando una persona comienza a convertirse en necesidad”, quizá ella sabía por adelantado que las cosas terminarían así y él, que en un inicio no reparó mucho en estas palabras, jamás imaginó que llegaría a sentir tal soledad al no tenerla cerca.

No significaba tampoco que “no pudiera vivir sin ella”, de hecho podía hacer las mismas cosas de siempre con total normalidad, era más la sensación de no necesitarla para nada, pero quererla para todo. Quizá era una manera poco común de amar, pero para él, no existía un sentimiento más puro y sincero que el que sentía por ella, y hacía una eternidad que no experimentaba algo así.

Fotografía por Cleo Thomasson