Volverse piedra
sentir el viento frío
arropada bajo las estrellas.

Retornar al silencio
tocar con la piel la calma
del no pensamiento.

Arrullarse a una misma.
Mecerse en el punto exacto
de la incomodidad
para poder atravesarla
y solo así transformarla.

Reconocer la vida
como un juego
exquisito y absurdo.

Exprimirlo
a través de los sentidos.

Dejar que las moléculas
nos guíen -de regreso-
hasta el centro del sol.